Las Primeras Cartas del Tarot
Hay teorías sobre la historia del Tarot que establecen como una de las primeras barajas, la alemana “Karnöffel”, situándola entre 1420 y 1440. Actualmente las cartas de Tarot más antiguas se conservan en Milán, el “Ferrarese Tarot”. Como hemos señalado la baraja de naipes tradicionales, contenía 56 cartas más una jerarquía de 22 cartas. Esta combinación precede a las actuales barajas de 78 cartas, “Carta da trionfi”, (Arcanos mayores y menores).
Los arquetipos de todos los arcanos de la baraja representaban a la sociedad de la época. Las imágenes seguían el cánon religioso que imperaba en el arte, como ejemplo la ‘Danza de la Muerte’ obra representativa de este tipo de expresión artística que ilustraba a la muerte como algo oscuro y maligno. El arte, la literatura, las procesiones religiosas y los aspectos de la sociedad aparecen desde su creación en las láminas de tarot, que experimenta cambios en el diseño pero no en el contenido. El Tarot se hizo muy popular y se extendió por todo el norte de Italia. Las cartas de la baraja italiana tenían colores vivos y tuvieron una elaboración privilegiada con pan de oro y plata. Un registro de 1436 indica que la corte de Ferrara tenía su propia imprenta gráfica y se sospecha que la representación de los arquetipos fue alterada por la corte.
La historia del tarot nos dice que de Italia el juego pasó a Francia, Suiza y Alemania, haciéndose muy popular durante los siglos XVI y XVII. En este período, la cartomancia también tuvo una función descriptiva como motivo literario. A las cartas no se les otorgó importancia por su colorido y arte sino por sus temas histriónicos evidentes en la poesía, ejercicio lúdico de la agilidad verbal, el humor y la adulación. En 1540 Francesco Marcolini publicó en Venecia un libro de la fortuna que puede considerarse el primer documento conocido sobre cartomancia.
Italia se convirtió en un país muy interesado por el tarot, llegando a profundizar mucho en sus temas simbólicos e iconográficos. Cabe resaltar un aspecto sobre la carta número 15, ‘El Diablo’: Algunos registros de la Inquisición veneciana señalan que la lámina del Diablo era utilizada por las brujas para rituales y adoraciones satánicas. Independientemente de si esto fue cierto, el hecho demuestra que algunos inquisidores estaban familiarizados con el Tarot. La Iglesia nunca se pronunció en contra de la cartomancia y, el sermón que se conoce condenando enérgicamente a los dados y al juego de las cartas, no sugiere que el Tarot sea algo más que un juego de azar. En Francia, el nombre de ‘Tarot de Marsella’ fue acuñado en la década de 1930 por el francés Paul Marteau, tarotista y escritor, heredero de la famosa familia editorial Grimaud. Marsella fue una ciudad que llegó a albergar diversos centros de fabricación de cartas de tarot.
Tras el estudio de Gébelin aparecieron muchos otros personajes que pretendieron restaurar las imágenes del Tarot, el primero de ellos fue el francés Etteilla (su nombre Alliette invertido) quien confecciona el Tarot de Alliette.
Al principio cada lámina se imprimía mediante el uso de madera a presión, más tarde se empezaron a hacer a mano y a color y finalmente, con la llegada de la imprenta y el uso de plantillas. Un conocido artesano productor de barajas de tarot en Marsella fue Nicolás Conver, quien realizó un tipo de tarot a principios de 1760, que fue sancionado quedando prohibida su impresión. Fue esta baraja la que interesó a Antoine Court de Gébelin que a finales del siglo XVIII la llevó a estudio y análisis. Gébelin afirmó en sus libros que el origen del tarot se encuentra en la cultura egipcia, reafirmando su postura en su propia baraja, que contiene símbolos y arquetipos egipcios.